Una vez ascendido el gran cañón nos duchamos, comimos y cogimos el coche para continuar nuestra ruta estadounidense. Decidimos ir a un pueblo que el parecer es el centro de energía espiritual de Estados Unidos, Sedona. Desde tiempos remotos, las creencias populares han considerado Sedona como el Vortex, el punto donde se concentra la mayor energía, y cómo no, teníamos que ir a sentir la «fuerza» en este pueblo.
Nos dejamos llevar por «el corazón» para encontar «la paz espiritual», y así fue, con toda la calma del mundo nos hicimos con información de los puntos de interés de Sedona y fuimos a visitarlos.
También el hecho de buscar hotel para dormir fue toda una coincidencia ya que son bastante caros, pero una cosa tras otra logramos encontrar por casualidad el más económico y no sabemos si fue cosa de destino o nuestra energía positiva que nos hizo ese favor.
Hay que ver, hasta parece que creo en estas cosas, jejeje.
A la tarde decidimos ir a un centro de meditación. Yo personalmente no estoy muy convencido, y todos estos sitios me parecen un poco «sectas», pero me pareció interesante ver cómo funciona por dentro.
Eran las 19.00 y fuimos a la iglesia de la «Unidad» donde meditan casi a diario. Nada más llegar nos recibieron con un caluroso abrazo. Angie y yo eramos los nuevos, todos ya se conocían y nos sentamos en círculo. Había 24 sillas mas la del predicador. En aquella «iglesia» de madera eramos como 19 personas, la mayoría mujeres. Todo comenzó con una música muy relajante, todos sentados con los ojos cerrados y relajados, algunos con las piernas cruzadas y la mayoría con las manos en posición de meditación, así como con los dedos hacia arriba. Se respiraba un ambiente muy tranquilo mientras sonaba aquella música y el predicador comenzaba a hablar con esa voz «atrayente» a través de un micrófono inalámbrico. En unos minutos se terminó la música, y el predicador se levantó para continuar con la charla.
Tranquilamente se acerca a mí y me pregunta el nombre. Le digo «Ben», y empieza a hablar de mí poniéndome de ejemplo en su predicación. Vuelve a mí y no sé qué me pregunta que no fuí capaz de entender. Se quedó detenido esperando mi respuesta y todo el mundo mirando. Angie vino en mi rescate y dijo que no estaba entendiendo muy bien el idioma. Entoces todo el mundo empezó a reir y el predicador dejó de utilizarme de ejempo y continuó con la charla que duró casi dos horas. No tardó mucho en sacar el tema que yo ya estaba esperando. Comenzó a hablar del dinero. «El dinero hace el dinero» y así todo el rato, que el dinero hay que compartirlo para poder lograr más dinero. Bueno, en pocos minutos ya estaba diciendo que debíamos dar un 10% de nuesto salario a quien más nos ayudara en la vida. No se yo si nos estaba diciendo que se lo dieramos a él, puesto que nos dio un folleto donde podíamos firmar un compromiso de donar el 10% este més. Claro que me guardé el papel de recuerdo. Hizo ronda de preguntas, y quienes no estaban muy convencidos y hacían preguntas sobre sus dudas, el predicador, con sus sabias palabras llegaba a convencerle a él y a todos los asistentes, y después preguntaba ¿duda resuelta? y el «dudoso» con una sonrisa y satisfecho: «sí». Todo terminó con un abrazo en conjunto entre los asistentes , y cuando pudimos pillamos puerta, que dos horas habían sido suficientes.
me mola la casa eso… me voy a comprar una… jejejeje